Por: Noelia Pirsic
Tamara Jazmín Odón en ‘Feliz Cumple, Ella’ (Pozzi-Azzaro/Municoy) | Foto: Marita Machetta
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Nanópera tendrá su segunda edición en 2019. La convocatoria se encuentra abierta hasta el 15 de febrero de este año para compositores, curadores, escritores y artistas multimediales. Para inscribirte, seguí el link: https://bit.ly/2SJgmNw
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En el principio dos hombres de barba, los Barbados, tuvieron una idea: Nanópera, una residencia para la creación de óperas breves. Luego de realizar una convocatoria abierta en las redes sociales, seleccionaron a seis compositores y seis escritores-dramaturgos que no se conocían previamente entre sí. Armaron duplas creativas al azar y les propusieron crear una pieza a cada una, con una única premisa: no debía durar más de veinte minutos. De ahí el concepto: nano-ópera. Durante seis meses, los residentes se dedicaron elaborar las partituras y libretos inéditos. Mientras tanto, tuvieron acceso a encuentros para reflexionar sobre gestión, dramaturgia y composición alentados por artistas de trayectoria en la escena porteña. El estreno de sus obras, inexistentes aún, era una promesa en el horizonte.
“Es cierto que los compositores elegimos a veces no escribir una ópera porque después hay pocas chances de que pase a la escena”, señala Florencia Sirena, creadora musical de The Golden Rings, que se presentó el domingo pasado en el marco del ciclo de funciones de Nanópera. “Es así, lamentablemente, si uno hace una obra de grandes dimensiones, con un orgánico importante de músicos como es una ópera, que implica además escenografía y caracterización. Crear algo así genera todo tipo de inconvenientes desde el principio por la cuestión económica de cómo pagarle a todos los profesionales, porque uno reconoce el esfuerzo, y además no siempre se puede trabajar ad honorem. La composición también lleva mucho tiempo, entonces quizás muchos prefieran escribir obras breves –duos, tríos, o piezas para solista- porque se sabe que eso es más factible de realizarse”.
Sirena se graduó con diploma de honor en 2016 como Licenciada en Composición en la Universidad Católica de Buenos Aires y está a punto de concluir dos doctorados. Es profesora adscripta en su casa de estudios y cuenta con varias obras premiadas, entre ellas una ópera titulada Crash Dummies, con partitura y libreto de su autoría, que obtuvo el segundo galardón en el concurso de música clásica del Fondo Nacional de las Artes hace dos años. “Pensé que ese premio abriría las puertas a que la obra se realizara, y sin embargo aún no ocurrió. En la actualidad, sigue buscando su estreno en algún momento. Por eso, cuando surgió la convocatoria de Nanópera, me pareció una buena posibilidad para seguir haciendo algo que me gusta hacer, más entusiasmada porque era posible que se pusiera en escena. Por suerte sucedió y eso me pone muy contenta”.
Las seis nanóperas fueron presentadas por sus creadores en agosto del año pasado y antes de las fiestas se pasaron musicalmente en una función privada en la sede de la Asociación Civil Barbados Artes Escénicas, sociedad artística constituida por Rodríguez e Ivancic. La dupla encaró el 2018 craneando el montaje de las obras con todo lo que sus autores habían imaginado: un ensamble de ocho músicos, once intérpretes, iluminador, caracterizador, escenógrafo, maestro preparador, director musical, comunicadora, diseñadora y asistentes. Ya contaban con la sala, un espacio independiente que cobija diversos tipos de proyectos autogestivos desde 2011. Se trata de Machado Teatro, que tiene un slogan, “Aquí se miente”, y también un apodo: el potrero.
“La idea del potrero viene a poner en tensión, al menos, la propuesta de la meritocracia –explica Rodríguez, fundador del espacio-. Maradona nace en el potrero, en el colectivo más popular, lamentablemente, y más invisible del subdesarrollo: la miseria. Su fútbol es el de la villa, del potrero, de todos y todas que le aportaron fútbol a su vida. Mucho antes de que se hiciera millonario, Diego vivía gracias a ese deporte. El arte es igual: El talento de uno es el talento de todos aquellos que en el juego ‘puro’ le regalaron su habilidad. El don no es de Dios, sino del conjunto que te cría. Y allí es donde Machado se propone como potrero, para que no deje de existir un rincón en el cual se pueda gambetear al destino miserable que los poderes hegemónicos proponen como mérito”.
“¿Y si jugamos a que convocamos escritores y compositores y proponemos que escriban nuevas óperas para luego producirlas?”, cuenta Ivancic que se preguntaron en su momento. “Con Machado como nuestro hogar artístico, lanzamos el mensaje en una botella, al que se sumaron creadores y nos acompañaron referentes de las diferentes artes. Una vez presentados los trabajos, nos dijimos: ¿Y si hacemos un libro? Fue entonces que a través del Instituto Nacional del Teatro (INT) inauguramos el sello editorial Barbados, y solicitamos el apoyo del Instituto Nacional de la Música (INAMU) y Fundación Williams. Luego se sumó la producción artística de Guillermo Vega Fischer, compañero peludo que asume tantos roles como dedos de las manos, y con él llegó Pablo Archetti, quien construye y custodia todo el mundo visual de la obra. Y este relato no termina sin el público: por eso programamos nueve funciones para Nanópera, porque si estamos presentando materiales nuevos, hay que hacer todo el esfuerzo posible por darlos a conocer y, quién dice, algún día, también puedan ser presentados en otros espacios e incluso otras provincias”.
La ayuda del INT permitió a Barbados realizar una publicación de alta calidad que incluye el conjunto de las partituras y los libretos de cada una de las seis obras. Se presentó oficialmente el pasado veinte de junio en una reunión con brindis en la que todos los participantes pudieron expresarse y hasta emocionarse. “Fueron también indispensables tanto la ayuda del INAMU como la de Fundación Williams, quienes colaboraron para solventar los gastos básicos, asegurando un honorario en concepto de viáticos para los artistas”, destaca Rodríguez. “Estas ayudas siempre vienen muy bien para sostener las materialidades de la producción. Sin embargo, lo más caro de esto, que es el trabajo artístico, es prácticamente ad honorem”. Y agrega: “La asociación con la Compañía Canción Nocturna del Caminante (CCNC) es un ejemplo afortunado de cómo nos hacemos más fuertes en la unión, en lugar de remar barquitas por separado. Guillermo y Pablo son protagonistas indispensables en la producción escénica de Nanópera”.
Libro que reúne las partituras y libretos de Nanópera
Las seis obras plantean conflictos variados vinculados a preocupaciones actuales: las trampas del amor romántico y de la sociedad de consumo, la violencia en relaciones amorosas, la espiritualidad. Al ser de corta duración, se presentan todas en una misma función, entrelazadas. “Las puestas son individuales en el sentido de que cada uno de los tres directores escénicos –Diego, Germán y yo- podíamos hacer lo que queríamos, pero tenían que estar articuladas”, afirma Vega Fischer. “Necesitábamos que compartieran vestuario y escenografía: primero, por una cuestión de infraestructura, pero también por una razón estética. No queríamos hacer un muestrario de las distintas piezas. En cuanto al orden, decidimos que The Golden Rings fuera la que encabezara ya que es la que trabaja un lenguaje musical más contemporáneo. Luego todo se vuelve más camarístico, con menos instrumentos, más íntimo, y termina con A Job, una obra en la que participan todos los intérpretes y que es muy potente en sonoridad”.
Pablo Archetti, encargado del diseño y realización visual de Nanópera, es artista plástico y especialista en medios y tecnologías. Junto con Vega Fischer, llevan años mezclando instalaciones y multimedia con ópera. Para esta producción, se encargó en forma integral de la caracterización y de la escenografía de las seis obras, que incluye un telón de 3,80 metros de largo por 2,70 de ancho pintado a mano, elementos de electrónica y proyecciones. “El modo de que te alcance el presupuesto en el off implica saber reutilizar pero también poder encontrarte con el material y saber qué es lo que te puede dar en términos de color y textura. Ese análisis fundamental permite planificar qué comprar, cuánto y por qué”. El artista tiene su propio taller, de donde provienen algunos de los insumos que recicla. “Cada detalle visual tiene que estar cuidado. Encontrarle el ritmo a cuando aparece un material, un color, una saturación. Para mí eso es muy importante. La ópera tiene una cuestión de lo visual, de la estimulación de la retina, que me parece hermoso. Tanto Barbados como Guillermo me permitieron trabajar con total libertad. Estuvimos en constante comunicación no solo con ellos sino también con Rodrigo González Alvarado, a cargo de la iluminación, y los dos asistentes: Manuel Pérez Vizán y Rodrigo Meléndez Aquino, quienes nos ayudaron con todo para que salga la obra”.
En total son veintiocho las personas que ponen cuerpo y corazón para que Nanópera pueda presentarse todos los domingos de julio y agosto. Entre ellos, una decena de cantantes líricos que aceptaron ser de la partida. Luis de Gyldenfeldt, recientemente recibido de la Universidad Nacional de las Artes, participa en dos de las piezas que se presentan en el marco del ciclo. “Yo creo que el off es gran parte de la carrera de unx cantante líricx profesional, allí es donde unx la constituye”, declara el artista, en lenguaje inclusivo. “Sostengo esto por varios motivos: uno de los principales es la cantidad de propuestas diferentes para hacer, con muchas más posibilidades que en los teatros con temporada. Claro que hay otro tipo de off, que intenta imitar estereotipos de las casas de ópera más importantes, pero no me refiero a ese. Hay un sector del circuito que es interesante, el de la vanguardia, en donde teatros como Machado siempre se comprometen en buscar el espacio para la creación y re-creación desde propuestas estéticas, filosóficas, políticas, disidentes. Es una búsqueda tanto para lxs artistxs como para el público. El off nos invita a recrearnos, reinventarnos, mutar, que es una de las cosas más hermosas del arte”.
En este ciclo, Gyldenfeldt debuta como sopranista en una ópera, una faceta artística que hasta el momento desplegaba únicamente en Ópera Queer, un show en el que propone la deconstrucción de la vocalidad en relación con el género y con la ópera tradicional. Vega Fischer ya conocía su recorrido cuando lo invitó a participar de Nanópera. “Hay un rol para que hagas de barítono pero también hay otro que podrías cantar como soprano”, le sugirió, y enseguida aceptó. “Esta oportunidad me permitió exponer a mi soprano a trabajar con otras a las que admiro mucho profesionalmente. Es un desafío para mí hacer de barítono en otra de las óperas del conjunto, y cambiar de registro en el final. Me hace transitar una transformación no solo desde lo estético, sino también desde lo personal”, señala el artista.
Ensayo de El Malvón Rojo (Weber/Jacubowicz)
Sofía Drever es otra de las cantantes que forma parte del elenco. Se formó en la Universidad de la República de Uruguay, en la Escuela Nacional de Arte Lírico y en la Manhattan School of Music de Nueva York. Tres meses atrás, decidió mudarse a Buenos Aires. Su amiga, la mezzo soprano Anahí Fernández Caballero, también intérprete en Nanópera, le presentó a Vega Fischer. “Fue Guillermo quien me invitó a participar de este hermoso proyecto, alentado por ella. No es la primera vez que hago música contemporánea. Si bien amo el repertorio que llaman tradicional, en la música nueva encuentro lugares interpretativos que me fascinan. Te exige un uso muy inteligente de tu instrumento porque la partitura te lleva a lugares en los que, si la técnica no es sólida, podría ser un problema muy grande. Tenés que poder gritar, susurrar, así como sostener una hermosa línea de canto o hacer la voz más espantosa que puedas”. La artista participa en tres de las seis óperas del ciclo: The Golden Rings, El Malvón Rojo y A Job. “El estreno de Nanópera fue un placer. Me resultó absolutamente mágico ver la fascinación de los compositores y dramaturgos al ver vivir a sus obras, esa para mí fue la mejor parte”.
Sebastián Pozzi-Azaro, licenciado con diploma de honor en Composición y Dirección Orquestal, armó junto a la libretista Jimena Municoy una pieza llamada Feliz cumple, ella. Sus creaciones han sido interpretadas en reconocidos auditorios de Buenos Aires, Nueva York, París, Madrid, Bogotá y Montevideo. “Esta es la primera ópera que compongo. No soy fanático del género ni me gusta mucho en su formato tradicional, pero sí me gusta la idea de una ficción con música. La propuesta de Nanópera me pareció buenísima porque me permitía hacer algo chico, ‘nano’. Me gustaron las charlas que organizaron para la gestión independiente del arte. Como Barbados mismo resalta, hay una cuestión de generar y motorizar que es súper importante y que siempre es a pulmón pero que es a la vez el combustible y lo que realmente pasa en esta ciudad. Es interesante que se puedan dar estas cosas, que haya pila, y también que de golpe aparezcan entidades que realicen algunas ayudas”.
En Feliz Cumple, ella, los autores cristalizan ciertos momentos en la vida de una mujer en que se inscriben los mandatos patriarcales. “La idea era que fuera un nano-conflicto, con una instrumentación también nano, que consiste de un solo tecladista con tres teclados, por una cuestión tímbrica”, explica el compositor. “El trabajo de puesta en escena de Germán Ivancic fue fantástico, construyendo pedazo a pedazo junto con Tamara Jamín Odón, la protagonista, y dándole un enfoque y una materialidad más precisa a la idea que tenía. Estoy muy contento con todo el proceso y también con el resultado”.
Para el dramaturgo y director de teatro Guido Ondarts, también se trata de su primera incursión en el universo operístico. “La lógica que te impone la materialidad artística de este género te hace realizar un trabajo con la palabra no solo desde el sentido sino también desde lo sonoro, lo más concreto que tiene la palabra que es su musicalidad, su sonoridad. Eso implica un trabajo interesante para uno como dramaturgo. Y también me resultó enriquecedor romper con el prejuicio que tenía sobre la ópera y que muchas personas también tienen. En el imaginario, la ópera pertenece a la alta cultura, a las élites que nos gobiernan. En esta obra que escribí junto a la compositora Florencia Sirena, deseaba ver qué sucede cuando confrontás el sentido común que hay sobre un género – el de la pertenencia de la ópera a la alta cultura-, con un contenido que venga a romper con esa tradición en la que se inscribe. En The Golden Rings juntamos un lenguaje muy vulgar, material, llano -como es el material descartable que se maneja en la industria de la comida rápida-, con la solemnidad la ópera”.
La obra de Sirena y Ondarts cuenta la vida de dos empleados de Mc Donald’s que a la vez son pareja. «Quería explorar desde la dramaturgia qué sucede cuando una lógica pública de consumo se extrapola hacia la vida íntima», añade el director. «En esta lógica, aparece el hombre imponiendo sus deseos sobre la mujer, obligándola a satisfacer su placer. Hoy en día están muy visibilizados los casos públicos de abuso y violencia pero aún así cuesta mucho deconstruir el machismo al interior de los vínculos amorosos y las familias. Hay que revisar las relaciones de dominación en los círculos más íntimos, en los cuales el poder adquiere una lógica muy perversa al estar asociado a la afectividad y al amor, y entonces resulta más difícil desnudar el rostro de ese poder omnímodo”.
Sofía Drever y Guillermo Vega Fischer en ‘The Golden Rings’ (Sirena/Ondarts) | Foto: Marita Machetta
Son contadas las oportunidades de ver y escuchar ópera nueva escrita por autores locales en Buenos Aires, y mucho menos si se trata de creadores emergentes. El habitué de este género suele preferir las obras del canon. Las puestas tradicionales copan la cartelera. Según Archetti, “es como un círculo vicioso: el público pareciera estar esperando ver algo que ya sabe de antemano que va a ver. Por eso me parece buenísimo que nosotros como artistas podamos generar lugares desde donde trabajar distinto y no darle todo tan servido a la persona que mira la obra”.
La experiencia Nanópera comienza con el goce de la creación por parte de sus autores y culmina con la concepción de un nuevo espectador de ópera, fruto del siglo veintiuno. Y demuestra que es posible llevar a cabo no una, sino seis óperas, fuera del circuito oficial, aún en los tiempos díficiles que corren para el arte, contra viento y marea.
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Nanópera tendrá su segunda edición en 2019. La convocatoria se encuentra abierta hasta el 15/2/19 para compositores, curadores, escritores y artistas multimediales. Para inscribirte, seguí el link: https://bit.ly/2SJgmNw