Por Noelia Pirsic
Saludo final en ‘Il Cappello di Paglia di Firenze’ – Quedan dos funciones esta semana.
Un jueves en la vida de la mezzosoprano Marta Blanco: 8 a.m. rumbo a Lomas de Zamora para presentar una obra en una escuela junto a estudiantes de canto. De vuelta en Capital Federal, se instala en el Teatro Empire para dar las puntadas finales a la nueva producción de Ópera Joven, su compañía independiente.
Noche de estreno. Los artistas, sus alumnos, la esperan -partituras en mano- para pedirle los últimos consejos antes de salir a escena, algunos por primera vez. Pasa la función tras bambalinas, tomando nota. Luego de los aplausos finales, aún queda mucho por hacer. Al otro día arranca temprano, en la Universidad Nacional de las Artes (UNA), donde se queda más de una jornada completa. “Me maté trabajando toda la vida -dice-, aún hoy trabajo 12 horas por día. Pero yo creo que lo hago porque me divierte”.
Desde 2008, Marta es mi primera y única maestra de canto. Entré a Ópera Joven en 2011 cuando me subí al escenario por primera vez, a mis 19 años, en el coro de El Elixir de Amor que se hizo en Quilmes. Flasheé con las luces. Me dije: “Quiero hacer esto para siempre, o por lo menos durante largo tiempo”. Gracias a esa experiencia, decidí tomar clases de actuación y me enamoré del teatro. En 2013 tuve mi primer rol en una ópera de la compañía, y empecé a meterme en otros aspectos de la producción: hice vestuarios, maquillaje, peinados, fui apuntadora y aguatera, me estudiaba los coros por si alguien faltaba.
En Ópera Joven aprendés a hermanarte con tus compañeras de rol, a trabajar en equipo. No solo me brindó toda mi experiencia arriba del escenario sino que también me dio herramientas de autogestión para armar mis propios proyectos. Mis mejores amigos salieron de ahí. Cuando no hay director o pianista, Marta dirige, apunta, toca el piano, conduce la escena, te dice cosas técnicas, en un ambiente sin competencias ni malos tratos. Cada año aprendo cosas nuevas”.
– Ana Laura García, soprano
Miutos antes del estreno de Il Cappello di Paglia di Firenze de Nino Rota
Veinticinco años atrás, cuando fundó la agrupación, la cantante tenía menos horas en la facultad -entonces Conservatorio Nacional López Buchardo- y un montón de alumnos en su casa. “Me daba cuenta de que la función del maestro no podía quedar en su clase de técnica. Hay una necesidad de escenario. Entonces dije: está bien que estudien, pero también tienen que hacer sus primeras armas”. No había tantas compañías líricas como en la actualidad.
“Vamos a poner una operita, algo que nos ayude”, dijo Marta y, junto a una amiga escenógrafa, armaron una versión de Hansel y Gretel en La Scala de San Telmo, la primera producción de Ópera Joven en 1994, que ganó un premio de la universidad. Los chicos y chicas empezaron a preguntar, igual que ahora: ¿Qué hacemos el próximo año?. “Ahí empezó un derrotero que yo no sabía hasta dónde iba a llegar ni cuánto iba a durar”, recuerda la cantante.
Si la memoria no me falla, integro el grupo desde el año 2003, cuando participé de los coros de las óperas El Barbero de Sevilla de Rossini y La Flauta Mágica de Mozart. Luego obtuve algunos roles chicos y, más adelante, otros más largos e importantes. Con Marta comencé a estudiar técnica vocal y de su mano me pude subir a un escenario a cantar y actuar. Es decir, a hacer lo que me encantaba hacer, pero seriamente. Empecé a tomar clases con ella cuando ya era grande y sin haber estudiado música antes. Recuerdo lo que me dijo, como si fuera hoy: ‘Quizás no llegues a tener una carrera internacional como cantante, pero algo bueno se puede hacer’. Ahora puedo afirmar que la enseñanza mueve montañas porque ya tengo en mi haber, junto a Ópera Joven, dos presentaciones en Chile.
En la compañía también hice algunos de mis mejores amigos, comenzando por Marta quien, pese a ser mi profesora de tantos años y guardar siempre esa relación profesional, la considero una amiga de fierro”.
– Arturo Bianchi, tenor
El Barbero de Sevilla (archivo Ópera Joven)
La mezzosoprano nunca habla de sus logros como artista, sino de los de sus alumnos. Tiene la paciencia de una madre y la exigencia de un jurado. “Mi principio con este proyecto es que los cantantes tengan oportunidad de hacer, de pisar escenario. La mayoría son estudiantes de la UNA. También vienen personas que hacen otra cosa de su vida pero siempre se están preparando, y hay otros que cantan bocadillos pero en realidad son actores”.
La agrupación ha salido de gira por la Provincia de Buenos Aires, viajó a Puerto Madryn y recientemente voló por segunda vez a Antofagasta, ciudad al norte de Chile, para presentar La Cambiale di Matrimonio, de Gioachino Rossini.
– ¿Cómo hizo Ópera Joven para sobrevivir a los diferentes momentos económicos de Argentina?
– ¿Sabés qué pasa? Nosotros la hicimos con nada y seguimos con nada, pero no importa.
Año a año se arma un grupo diferente, pero existe un núcleo de fuerzas vivas -así las llama Blanco- que la acompañan no solo sobre el escenario sino debajo, levantando trastos, trasladando escenografía, subiéndola los dos pisos por escalera de su casa. José Manuel Mancera -actor, cantante, régisseur- es uno de ellos. Venía del teatro, pero quería incursionar en puesta en escena. “A mí me interesaría”, expresó él, y ella le contestó: “Bueno, dale, ¿cómo no?”. “Yo quería salir del lugar de factótum que en realidad no agranda la cosa, siempre es mucho mejor tener un especialista en cada lugar”, dice la mezzosoprano.
Me sumé a Ópera Joven en 2013 para un rol en la zarzuela Luisa Fernanda, en 2014 participé en El Murciélago de Strauss y para el final de ese año Marta me propuso hacer la dirección escénica de La ocasión hace al ladrón de Rossini, dándome libertad creativa absoluta. Le siguieron nuevamente El Murciélago -esta vez como responsable de la puesta-, luego viajamos a Chile dos veces, en 2017 y 2019. Hoy tengo la alegría de estar trabajando en la puesta de Il Cappello Di Paglia di Firenze de Nino Rota. En estos siete años aprendí y sigo aprendiendo de todos los que formamos parte. Marta, alma máter de la compañía, te contagia la pasión por la ópera. Con ella se aprende todo el tiempo: en cada ensayo, en cada función, tanto de lo musical, lo artístico, la empatía con los compañeros, el respeto por el público y la confianza para aprender a autogestionarnos. Por esta y muchas otras razones es que Ópera Joven cumple 25 años trabajando de forma ininterrumpida”
– José Manuel Mancera, director escénico
El murciélago (Archivo Ópera Joven)
“Dije: ‘son 25 años’, así que me tiré”, comenta en alusión al título que eligió para estrenar la semana pasada, una ópera de dos horas a doble coro con más de quince personajes, cada uno con desarrollo propio. Después de tanto Mozart y Rossini, quería hacer otra cosa. No le importó que la obra estuviera bajo protección: de su bolsillo pagó los derechos para poder hacerla. “Me gustan las comedias de enredos, me divierten, porque dan mucha capacidad de buen trabajo en el cantante. Lo vuelve más versátil que si se pone tres horas a cantar”.
Para esta – y para cada producción de Ópera Joven- hay por lo menos dos elencos completos. Llegó a contar cinco intérpretes para un mismo rol de soprano, en otra obra. “Siempre elijo por lo menos dos elencos para que se miren unos a otros. Además porque el cantante es muy lábil y quizás hoy está bien pero mañana se queda mudo”, dice la docente mientras se toma un té en un restó a metros de la UNA, a las siete de la tarde, en un intervalo breve antes de asistir al concierto de una alumna.
Me vine a Buenos Aires a estudiar canto hace ocho años. Empecé a ir a las clases de Marta como oyente y, de coincidencia, llegué al coro de Ópera Joven sin saber que al grupo lo dirigía ella. Veía que los solistas eran sus alumnos, mi sueño era estar en ese elenco. A los dos o tres años recibí una convocatoria de ella para interpretar un rol en una zarzuela. Sigo cantando allí hasta el día de hoy, hice personajes secundarios y protagónicos.
Lo que más me impactó es ver el rol que Marta cumple como nuestra maestra y gestora de todo lo que se hace en la compañía: me maravilló ver que una cantante podía tocar el piano como ella lo hace. Cuando falta un pianista en un ensayo, se sienta y toca; cuando falta el director, dirige. No solo es una excelente cantante sino que tiene un manejo muy grande de cómo se arma una ópera. Me pareció increíble ver a una mujer tan empoderada de todo lo que hay que hacer.
Es una suerte poder estar en Ópera Joven. La mayoría somos estudiantes que aún estamos buscando cómo insertarnos en el circuito profesional y no podemos todavía porque es difícil ingresar a las compañías de los grandes teatros. Yo me vine de Chile con la esperanza de ser cantante, aún no se me da en el ámbito profesional como una soñaría, pero lo que he vivido en la compañía ha valido la pena absolutamente el haberme venido”.
– Gloria Berner, soprano
De gira en Antofagasta, Chile (archivo Ópera Joven)
En la infancia de Marta no hubo ópera. Su gusto por el arte empezó con el cine. “Los protagonistas que hacían esas películas eran cantantes comme il faut, se formaban en baile, actuación, técnica vocal. Yo vivía poniéndome tules y cantando”, recuerda. Estudió guitarra y piano, y se ocupó de la voz recién a los 18 años -intercalando con algo de teatro de prosa-, cuando ya había ingresado también a la Facultad de Psicología, en una época en la que no estaba bien visto estudiar esa carrera. La dejó cuando en su agenda ya no cabían la universidad, el trabajo y la vocación artística que le insumía cada vez más tiempo. “Si no funciona, bueno, ya veré, soy secretaria de un abogado, seguiré haciendo eso u otra cosa”, le dijo a su familia.
A los 21 entró al Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, donde también da clases desde hace diez años. A los 24 ya había egresado y estaba sobre los escenarios. Integró una de las pocas compañías líricas independientes que existía en los ochenta, Ópera Buenos Aires, del maestro Mario Benzecry. Durante quince años, formó parte de las temporadas del Teatro Colón interpretando roles protagónicos y coprimarios, y salió de gira con repertorios diversos por el interior del país, Latinoamérica, Europa, Asia y Estados Unidos.
Mientras se desarrollaba su carrera, junto a su marido crió a sus hijos, también artistas. “Se metieron solitos en la música. Yo no les dije que estudien piano, les dije que estudien inglés”, aclara.
¡Feliz aniversario para Ópera Joven! Recuerdo cómo a mis comienzos miraba con anhelo a los compañeros más avanzados que por aquellos años hacían Hansel y Gretel en la Scala de San Telmo, y la alegría inmensa cuando finalmente pude participar en Las Bodas de Fígaro, allá por comienzos del milenio. Fue una experiencia entrañable que recuerdo con enorme cariño y me hace feliz que tantas generaciones sigan aprendiendo y desarrollándose en este espacio. Entonces y ahora, gracias Marta Blanco por tu amorosa, incansable, e inagotable generosidad”.
– Carla Filipcic, soprano
Las Bodas de Figaro (archivo Ópera Joven)
– ¿Cómo recargás tus energías?
– ¿Con nueces? No sé. Ya estoy pensando en unas vacaciones. Cuando estoy muy loca, me digo: “Me sentaría arriba de una piedra hasta cansarme de no hacer nada”. Pero sí, trato de buscarme días, tengo que sí o sí irme de acá, es la única manera. Me gusta la playa, la necesito.
– ¿Ya tenés algo en mente para el 2020?
– Están locos preguntándome qué se va a hacer el año que viene. Yo siempre les digo lo mismo: ‘Ahora que estamos produciendo, no me pregunten, que no quiero hacer naaaada’. ¡Estoy loca de cansancio! Pero después empiezo a pensar, y bueno, por ahí… se podría hacer tal cosa…
En 2016, mi compañera, colega y amiga de la UNA, Gloria Berner, me preguntó si quería participar de la ópera La ocasión hace al ladrón de Rossini que se iba a hacer ese año. Acepté la propuesta con mucha emoción y cierta preocupación al ser la primera vez que interpretaría un rol completo. Sin darme cuenta, a partir de ese primer ensayo, comenzaba una etapa completamente nueva y excitante. Un nuevo espacio de trabajo, maravillosos y excelentes compañeros, toda una gran familia donde ninguno es más que nadie, sino que absolutamente todos aportan su pequeño granito de arena para que cada año se haga realidad ese sueño de poder hacer lo que nos apasiona y motiva: la música. Si bien es un ambiente súper cálido y bello, no deja de ser una responsabilidad y un compromiso en el cual siempre se requiere de exigencia y disciplina para lograr un mejor resultado.
Valoro muchísimo que todo sea a pulmón, utilizando cada recurso al alcance y con mucho trabajo en equipo, porque se necesita mucho esfuerzo por parte de todos para que sea posible este gran privilegio de poder hacer arte”.
– Cristian Chun, barítono
Parte del equipo de Il Cappello di Paglia di Firenze de Nino Rota
– ¿Por qué hacés Ópera Joven?
– En un primer momento pensé en mis alumnos como si yo fuera la cantante. Quería que tuvieran lo que tuve en mi carrera. Pero, la verdad, es lo mismo que le dije a mis hijos una vez: no tienen por qué ser músicos, cada uno elige su camino. Lo que me encantaría es que se diviertan con la música tanto como me divierto yo. Eso quiere decir escucharla, bailarla, cualquier cosa. Yo siento que me divierto mucho, sino no lo podría hacer.
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Quedan funciones para Il Cappello di Paglia di Firenze de Nino Rota por Ópera Joven en CABA. Para conseguir entradas, hacé clic aquí.
Agradecida y emocionada
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brillante trayectoria.Carisma docente de su Directora Fundadora.
Voces selectas y actores dignos de ser imitados.
El Conjunto resulta inigualable.
El GCBA brindó su apoyo institucional en las funciones del 25 aniversario.
Lastima que todavia no declaraon de interes cultural las actividades de OPERA JOVEN durante 25 años,en forma ininterrumpida y sin apoyo oficial. EL ARTE POR AMOR AL ARTE.
FELICITACIONES.
J.Francisco
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