







Referentes de la lírica argentina de los circuitos oficial e independiente comparten su recuerdo de aquel primer contacto con el género, y cuentan cómo ese encuentro influyó en su vocación.
Hacé clic para leer el relato:
María Florencia Machado
Mezzosoprano
«Vi por primera vez una ópera estando en el escenario»
Guillermo Vega Fischer
Compositor. Barítono.
«No sabía qué era pero lo escuchaba y me fascinaba y me decía ‘yo quiero hacer eso'»
Gustavo López Manzitti
Tenor
«Estar completamente separado del mundo»
Luciana Bianchini
Productora. Directora ejecutiva de Sol Lírica.
«En el coro de la escuela nos hacían cantar coros de Orfeo y Euridice, o Apolo y Jacinto»
Mailén Ubiedo Myskow
Compositora. Co-fundadora de Contemporánea Lírica y Orquesta Atípica de los Buenos Aires.
(Foto: Mannetto ph)
«Mi padrino me regaló el primer abono de ópera»
Mariana Carnovali
Soprano. Productora. Fundadora de Magna Lírica.
«La primera vez que escuché a una cantante lírica supe que quería ser cantante de ópera»
Miguel Galperin
Compositor. Director del CETC.
«La ópera en mi familia es moneda corriente, es el pan de todos los días»
Oriana Favaro
Soprano
«En mi casa se escuchaba poco y nada de ópera, y menos de sopranos»
«El primer encuentro que yo tuve con la ópera fue de muy, muy chiquita, tendría unos dos o tres años. Vivía con mi familia en la casa de mi abuela materna en esa época. Ella tenía un tocadiscos donde mi mamá tenía un sencillo, que de un lado tenía no recuerdo qué, y del otro lado tenía ‘Vesti la giubba’ de Pagliacci. Recuerdo que le pedí a mi mamá que pusiera ese disco porque me encantaba escucharlo y emocionarme escuchando a ese payaso cantar sobre sus desventuras. Lógicamente, en aquel momento no sabía de qué hablaba el aria pero sí me emocionaba muchísimo y me sentaba al lado del tocadiscos a escuchar ‘Vesti la giubba’ y a llorar. Le pedía a mamá que me la tarareara y volvía a llorar cuando la escuchaba. Ese fue mi primer contacto con la ópera. Después, a lo largo de la adolescencia, en casa mis viejos escuchaban más que nada a Pavarotti, a Plácido, a Carreras. Poco y nada de ópera, y tampoco de sopranos. Pero ese primer recuerdo siempre viene a mi memoria. Es muy simbólico realmente. Siempre que pienso cómo llegué a terminar en mi vida cantando ópera, recuerdo ‘Vesti la giubba’ y entiendo que evidentemente había algo adentro mío muy sensible a esta música que hace que me siga dedicando a lo que hago».
«Puedo sonar algo fantasioso, pero juro que sé que es así. Tengo pruebas que lo confirman: primero, la sensación extrañísima de, siendo yo un nene a quien no le llegan los pies al suelo sentado en una butaca del Colón, estar completamente separado del mundo; mis amigos, la escuela, la calle del barrio, los juegos en la placita, como parte de un sueño, una irrealidad fuera del tiempo y ahora una única realidad en constante presente, ésta, la de estar sumido en el teatro tan enorme y tan acogedor, oyendo esas voces que, si bien vienen del escenario, me llegan al mismo tiempo como a través de agua; también el olor a tablas, decorados, pintura, polvo, telas, olor a teatro al fin, me traen memorias indefinibles. No tengo idea de cómo percibe un bebé los sonidos y los olores desde dentro del vientre materno, pero juro que me llegan y su recuerdo me sume en esta otra realidad, la del teatro, cada vez que estoy en él, de pequeño y también de grande ¿cómo podría explicarse si no, y he aquí la segunda prueba, que cuando me ofrecen cantar un rol en la “Jeanne d’Arc au bûcher” de Honegger abro la partitura por primera vez en mi vida y sin embargo ya la conozco, apenas si tengo que estudiarla, más bien releerla porque esa música ya está de alguna manera en mi memoria? Puedo sonar fantasioso, sí, pero ésa es la ópera que mi madre está cantando desde el coro a apenas días de darme a luz».
María Florencia Machado
Mezzosoprano
«De chiquita me encontré con la música porque mis padres eran músicos. Soy rosarina, mi papá era Luis Ángel Machado que era un organista y compositor muy conocido de mi ciudad. Nací en medio de sus conciertos y de estar escuchándolo constantemente. Y mamá era maestra de música, así que se respiraba música en casa, pero no así el género operístico. Si bien estudié piano de muy chiquita, en la adolescencia por inquietud personal quise empezar con el canto popular. Me dije ‘bueno, voy a empezar a educar la voz’. Tenía esa idea: Hay que estudiar las cosas para poder hacerlas bien y no lastimarme sobre todo. Eso me aconsejó mi maestra de música en primer año. Al día de hoy se lo agradezco. Así fue que empecé a estudiar canto. La maestra, como sabía que yo ya leía música por tener la formación del piano, me empezó a dar obras de canciones de cámara y pequeñas arias. Y en 1999 en la Ópera de Rosario pude hacer mi primer rol como Pastorcito en Tosca. Yo estaba en la secundaria todavía, era chiquita y necesitaban una voz blanca porque era un rol que hacen los niños. Fue así como entré a este género. Nunca había visto una ópera, la vi por primera vez estando en el escenario. Un nuevo maestro mío, que se llamaba Rubén Botta, meses antes me había dicho: ‘Vos serías ideal para esto, porque la música tiene su complejidad, y tenés la voz ideal. Quiero que lo hagas’. Fue gracias a él y esas circunstancias que pude conocer ese género y me enamoré para siempre. Me fascinó la fusión del canto, la música y también la actuación, contar una trama. Mis padres obviamente estaban chochos cuando me vieron en mi intervención Tosca y a partir de ahí se volvieron fanáticos de la ópera también. Todo lo que se escuchaba en casa hasta ese momento eran sinfonías, conciertos, etc, y de repente contagié a todos con este nuevo género. Seguí estudiando piano unos años más hasta entrado tercer año de la facultad, y seguía con las dos cosas a la vez, pero en un momento tuve que elegir y me dije que mi forma de expresión la encontraba cantando, era lo que quería hacer «.
Guillermo Vega Fischer
Compositor. Barítono.
«Tenía unos seis o siete años, todavía no habia empezado a estudiar piano ni nada. Debajo del cajón de las medias en el placard de mis papás, estaba el cajón de los cassettes. Ellos escuchaban Silvio Rodríguez, Victor Heredia, Mercedes Sosa y yo también los escuchaba y me encantaba. Pero había un cassette particularmente que escuchaba y que venía solo, sin caja, que decía: ‘Ver lámina adjunta’. Y no había ninguna lámina adjunta. No sabía qué era pero lo escuchaba y me fascinaba y me decía ‘yo quiero hacer eso’. No quería tocar eso, quería hacer eso, ni siquiera tenía la palabra ‘componer’ pero quería ser compositor. Después me enteré de que eran las oberturas de las óperas de Wagner. Fue gracias a una película me enteré. También era muy chico todavía y mis viejos eran muy liberales -creo que más que ahora- y me dejaban ver cualquier cosa. Por televisión dieron la película El Ansia, una película maravillosa, oscurísima, sobre vampiros con Susan Sarandon, David Bowie y Catherine Deneuve. Historias de lesbianas, vampiresas, y todos hacían música. Me acuerdo que cuando escuchaba el cassette, había una obertura que para mí sonaba a hacer el amor, era como una explosión de hacer el amor. Y en la película lo usaron para exactamente lo mismo y me llamó muchísimo la atención. Esperé a que terminara toda la película para ver en los títulos qué era, y ahí fue que me enteré de que se trataba de la obertura de Lohengrin de Wagner. Así que mi primera aproximación con la música más profunda, la que me hizo decidir que yo quería componer, fue haber escuchado las oberturas de Wagner».
Miguel Galperin
Compositor. Director del Centro de Experimentación del Teatro Colón.
«Iasha Galperin, mi abuelo, fue maestro interno del Teatro Colón. Así que el Teatro en mi familia, la ópera en mi familia, es moneda corriente, es el pan de todos los días. Mi abuelo fue uno de los grandes preparadores y repertoristas cuando se trataba de, por ejemplo, Boris Godunov, que fue completamente preparada y adaptada por él cuando se estrenó en 1971 en el Teatro Colón. Obviamente, yo no había nacido. Él fue el gran maestro repertorista de una generación de cantantes de ese momento. Yo no crecí con mi abuelo porque tengo una historia personal cruzada por la política argentina, que es que mi familia fue exiliada. Con mi hermano veníamos al país a visitar a mi abuelo y ahí era cuando nos embebíamos de su mundo. De más grande, cuando ya volvimos en la vuelta de la democracia, tuve un poco más de contacto pero mi abuelo ya estaba muy grande y falleció. Toda la familia de mi padre siempre fue del mundo de la música clásica. Mi tía, Olga Galperín, era una muy importante pianista, mi abuela era profesora de piano. Por eso siempre me gustó la música, y por eso soy músico. La ópera que vi de chico -no tan chico tampoco, debía tener unos quince años- que me impactó fue La Nariz de Shostakovich sobre el cuento de Tolstói en la versión que hizo el Teatro Bolshoi en el Colón en el 90 o 91. Ahí decidí que eso me encantaba, que quería hacer eso, y después fue un proceso un poco más largo porque estudié composición, no ópera. Por eso parte de lo que estamos tratando de hacer con varias de las cosas acá en el Centro de Experimentación del Teatro Colón, como el Seminario Intensivo de Ópera que arranca ahora, es que los compositores argentinos se acerquen más al género».
Luciana Bianchini
Productora. Directora ejecutiva de Sol Lírica.
«Siempre se escuchó música en mi casa, en todo momento del día. Todo tipo de géneros, menos ópera. Yo nunca había entrado a un teatro de ópera ni ido a ver una. Mi fanatismo y mi amor por el género fue una conexión mágica, una alineación de planetas, que tuvo que ver con haberme acercado al coro de mi secundaria. En ese momento el director era Marcelo Birman, que nos hizo estudiar y cantar en público coros de Orfeo y Euridice o Apolo y Jacinto. Mis viejos al principio rechazaban mucho esta música desde una visión ideológica, no estaban muy contentos de que yo lo escuchara en casa, entonces fue algo como mío al principio. SIn embargo, como yo en mi casa empezaba a cantar los coros que estaba aprendiendo, mi mamá me escuchaba cantando ‘agudito’ y sin saber de registros de voz, me hizo escuchar a un cantante que mi papá había grabado en Europa que se llama Klaus Nomi, de los ’80, que cantaba rock pero era un fanático de la ópera. Comencé a indagar en su vida, y así descubrí que había querido ser cantante de ópera como tenor pero nunca pudo hacer carrera y empezó a cantar en el registro de contratenor, incluso hizo sus propias versiones en francés de arias de Sansón y Dalila, Dido y Eneas, etc. Eso me llevó a escuchar las arias originales y averiguar los argumentos de las óperas. Por esa misma época, en la secundaria, nos hicieron ver una parte de la película Farinelli, y ahí cerró todo. Empecé a escuchar mil veces piezas de Handel y empecé a querer aprenderlas, conocer lo que estaba detrás. Todo eso me llevó a querer conocer lo que es la ópera. Así fue como, a los catorce o quince años, empecé a hacerme medio fan de estas historias, la letra, la poesía que había en las óperas. Mi viejo me bajaba alguna que otra ópera pirateada y podía verlas y escucharlas. Pero todavía no había ido a ver una ópera en vivo y en directo. Cuando a los diecisiete empecé a laburar, con mi primer sueldo me compré el abono del Teatro Colón. Y un tiempo antes de comprarlo, con mi mejor amigo fuimos a conocer el Teatro. Cuando entré, me puse a llorar. No podía creer lo que veía. La primera ópera que vi fue Carmen y me pareció algo increíble».
Mailén Ubiedo Myskow
Compositora. Co-fundadora de Contemporánea Lírica y Orquesta Atípica de los Buenos Aires. Directora de la escuela de música 1-11-14 | Fátima.
«Cuando era chica en mi familia no se escuchaba mucha música. Yo escuchaba la música popular que pasaban en la radio. Al principio me adentré en el mundo del tango porque empecé a estudiar guitarra a los 10 años y la profesora me daba esa música. Cuando tuve un par de años más, mi viejo compró un CD de Andrea Bocelli -Romanza- y ahí fue donde empecé a escuchar lo que era una voz más lírica. Me encantaba ese disco, lo escuchaba todo el tiempo. Se me dio, no se cómo, a mis dieciséis años, que una vez fui a la casa de una compañera de colegio que tenía banda ancha y me metí en la página del Colón a ver qué se podía estudiar ahí. Vi la carrera de Dirección Musical de Ópera sin tener idea de lo que era una ópera, ni un aria, ni nada. Decidí que iba a estudiar eso, sin considerar la dificultad que conlleva. Descargué el programa, pedí una reunión en el Teatro, me dieron todos los requisitos de ingreso. Cuando lo conté en mi casa, mi padrino vino de sorpresa y me regaló el primer abono de Juventus Lyrica para ir a ver las cuatro óperas anuales. La primera que vi fue Carmen con Mariana Carnovali en el papel principal. Fue un impacto total porque Carmen tiene un montón de hits, y también porque el Avenida se me hizo un teatro muy amable con su cercanía, pero lo que más me impactó fue que Mariana tenía dos años más que yo y estaba en un rol protagónico. Eso me deslumbró. Renové el abono durante seis años más. Cuando ya tuve acceso a internet, me adentré a escuchar arias, leer los argumentos antes de ir, saber de qué se trataba. No solo era eso sino también compartir un espectáculo con mi padrino y luego ir a cenar. Era algo bastante sagrado para mí. Se me ocurrió estudiar canto lírico un año para entender mejor el tema de los cantantes. Cuando me di cuenta de que era imposible acceder a la carrera en el Colón sin tener un estudio previo de alguna cosa, entré en crisis. Y después de un año de estar estudiando violín, piano y guitarra de manera particular, me metí en la UCA primero a la carrera de Dirección Orquestal, en donde no quedé entre los 15 primeros por el puntaje. Me dijeron que la opción era pasarme a Composición porque tenia casi las mismas materias, y al año siguiente podría volver a rendir el ingreso. Así es como entre en Compo y nunca más me fui, y hoy en día prefiero tocar y componer antes que dirigir. Así es como me adentré y luego decidí que quiero escribir ópera.
Un dato no menor es que recién cuando entré en la universidad encontré pares con quienes hacer ese tipo de salidas. Hasta ese momento no tenía pares de mi edad que disfrutaran de la ópera tanto como yo, y me resultaba bastante raro. Cuando entré en la universidad y me di cuenta que podía ir al teatro de ópera con mis amigos, fue algo muy lindo y muy disfrutable también».
Mariana Carnovali
Soprano. Productora. Fundadora de Magna Lírica.
«La primera vez que escuché a una cantante lírica -pop lírica-, Emma Chaplin, supe que quería ser cantante de ópera. Tenía once años. El primer encuentro con la ópera fue poco después, gracias a un secretario del Conservatorio Manuel de Falla, cuando ya estaba estudiando violín. Él me prestó cuatro cassettes: Dos contenían la ópera La Bohéme y los otros dos, la Manon de Massenet. A partir de ahí, me enamore y no paré de escuchar ‘Che gelida manina’. Y me preguntaba: ¿Por qué Puccini no escribió una melodía como esta a un aria para mujer? Luego, conociendo la ópera en profundidad, descubrí que sí lo había hecho y con más profundidad en el aria de Mimí. Desde un primer momento me consideré soprano a pesar de haber sido catalogada mezzosoprano por mi primer profesor a los catorce años. Todas las noches me iba a dormir escuchando el dúo final de Manrico y Leonora -de la ópera Il Trovatore de Giuseppe Verdi-, y soñaba con cantarla algún día. Cada tanto me animaba a cantar el aria de La Reina de la Noche, y pensaba que en principio todas las mujeres llegaban a las notas más altas y luego se acomodaban en determinado rango. Con el tiempo me di cuenta de que no era necesariamente así».