Alejandro Spies: De músico popular a cantante de ópera

El barítono Alejandro Spies hizo su debut como solista este año en el Teatro Colón, el Teatro Avenida y el Teatro Argentino de la Plata. A su vez, lleva adelante dos proyectos musicales autogestionados: la compañía de ópera Lírica Lado B y el ensamble vocal Nonsense de música contemporánea. Un recorrido por la persona detrás de la voz.

Noelia Pirsic para Ópera en Argentina |  Foto de portada: Marita Machetta

 AleSpies

 

Cualquiera que haya conocido al barítono Alejandro Spies esboza una sonrisa cuando se lo menciona en una conversación. Alumnos suyos, colegas, compañeros de trabajo en distintas producciones tanto del under como del circuito oficial: todos tienen algo bueno para decir de este cantante polifacético que lleva quince años circulando en los ambientes de la lírica, aunque recién este último debutó como solista en las principales salas de Buenos Aires. Lo que no muchos saben es que lleva más de veinticinco sobre el escenario dándole cauce a una vocación que se mantiene intacta desde que tiene memoria.

Los orígenes: Cumbias, cuartetos y Pimpinela

“¿Desde cuándo decir que empezó mi carrera como solista? –se pregunta el barítono-. ¿Desde la primera ópera en la que canté, o todo lo que hice antes?”. La historia de su relación con el canto se remonta a su infancia en Esperanza, localidad del centro este de la provincia de Santa Fe, la primera colonia agrícola del país, que su tatarabuelo alemán fundó junto a otras familias en 1856 y actualmente cuenta con cuarenta mil habitantes.

Spies es el segundo de cuatro hermanos. Cuatro veces por año viaja a su ciudad natal para visitar a los suyos, y a la vez ellos y sus padres viajan a Buenos Aires para verlo actuar. Afirma que siempre fue comprendido y apoyado en su casa con su elección vocacional. Aún aquella vez a sus once años cuando, mientras secaba platos a pedido de su madre, estalló en una queja: “¡Mamá, yo no nací para secar los platos, nací para cantar!”.

“En mi familia ninguno era cantante, solo participábamos del coro de la iglesia. Mi viejo había estudiado guitarra y por eso tenía el instrumento en mi casa”, recuerda Spies. Todavía estaba en el colegio primario cuando se presentaba en el programa de radio El Rincón de los Poetas de su ciudad natal. Preparaba dos o tres covers de canciones y las interpretaba al aire cada viernes. “No tuve demasiado rock nacional de chico, y de ópera obviamente nada, ni cerca. Lo más lírico que escuché fue recién a mis 18 años, y se trató de Andrea Bocelli que no era ópera, sino más bien algo pop con técnica lírica”.

Alejandro aprovechaba cualquier ocasión para cantar: en los programas de radio, cumpleaños, festivales de la escuela, lo que fuera. Preparaba algún tema y lo interpretaba, casi por instinto. Al principio no había nadie que lo guiara vocalmente. Así y todo, grabó un disco a los trece años y casi al mismo tiempo lo invitaron a formar parte de una orquesta local que en ese momento se llamaba Los Alegres Leñadores, integrada por músicos que en su mayoría eran mayores que él. Se dedicaban a animar fiestas con temas de cumbia, cuarteto, valses y foxtrot. Los fines de semana actuaban en una fiesta de jubilados y de ahí, se iban juntos a la bailanta.

Muy pronto formaron una banda que primero se llamó Quinteto Bemol y luego de la incorporación de una nueva integrante, pasó a denominarse Show Musical Bemol. El repertorio habitual incluía -a pedido del público- temas de Pimpinela. Dos de sus compañeros en la banda hoy forman parte de importantes orquestas: Pablo Thimental, clarinetista de la Sinfónica Nacional, y Cristian Martinelli, trompetista de la Orquesta Estable del Teatro Colón. Los tres, oriundos de Esperanza. Desde 1992 y hasta el año 2000 tocaron todos los fines de semana en eventos sociales en la ciudad en tandas que duraban hasta las cinco de la mañana. También se presentaron en programas de televisión en la capital santafesina y grabaron dos discos, siempre bajo la condición de que no abandonaran sus estudios secundarios.

En el Teatro Argentino de La Plata (2016) | Foto: Guillermo Genitti

 Todos los caminos conducen a la lírica

“Mi objetivo nunca fue cantar en una banda de cumbia, es algo que me surgió y lo hice –aclara Spies-. Yo cantaba, animaba y sacaba a bailar a la gente con el micrófono. Todos se iban borrachos y felices. Como profesional, siento que me aportó mucho, me dio plasticidad”. A los dieciocho años y con su título secundario en mano, todavía no estaba entre sus opciones ser cantante de ópera. “Quería ser cantante melódico y hacer mis canciones”, recuerda. Por ese entonces se mudó con su guitarra a la ciudad de Santa Fe, donde comenzó a estudiar Biotecnología a la vez que tomaba clases de canto con la soprano Mercedes Robledo, a quien más adelante volvería a ver en la compañía Juventus Lyrica.

Biotecnología le duró cinco meses, aunque al barítono también le apasionaran la matemática y la química en ese momento. Como le sobraba tiempo, ingresó al Liceo Municipal y adelantó tres años del Profesorado de Música. Poco después, en el año ‘98, su amigo Thimental se mudó a Buenos Aires y lo invitó a vivir con él compartiendo gastos. Al tiempo se mudó también Martinelli, y con ingenio los tres músicos se las arreglaron para estudiar en un monoambiente: el trompetista practicaba en el baño con sordina, el clarinetista en el departamento, y Alejandro –de pelo largo en ese entonces- le cantaba a los vecinos con su guitarra desde el pasillo.

En su primer año en la Capital Federal, el joven barítono no paró de moverse: ingresó al Conservatorio Nacional, compuso canciones propias con su guitarra, grabó demos con músicos de Esperanza y de Buenos Aires y hasta consiguió una oferta de una discográfica que finalmente rechazó ya que le exigían exclusividad por diez años. De lunes a jueves vivía en Buenos Aires, y los fines de semana viajaba a Esperanza para tocar con su banda de cumbia, hasta que el ritmo se volvió insostenible. El Show Musical Bemol se despidió con una gran fiesta en su ciudad. Aún hoy, la gente más grande que lo reconoce por las calles de su ciudad natal, lo saluda con un “¡eh, Bemol!”, como en aquellas épocas.

Al quedarse sin el ingreso que percibía por tocar con la formación, el cantante aprovechó la energía de su juventud para trabajar doce horas por día en un maxiquiosco, desde las ocho de la noche hasta las ocho de la mañana. Apenas salía de trabajar, cursaba materias en el conservatorio.  Con el dinero que ahorraba, reinvertía en su carrera: Contrató un fotógrafo, produjo un demo de seis temas, cantaba en bares en Recoleta, pero no conseguía dar con un productor. Estaba barajando la posibilidad de mudarse a España para seguir con su sueño de ser cantante melódico cuando surgió la posibilidad de ingresar al Coro Nacional de Jóvenes, y fue así cómo empezó a vivir de la música.

“Vos seguí haciendo lo tuyo, pero sabé que tenes condiciones para la ópera”, le insistía su profesor Eduardo Cogorno en el Conservatorio, sorprendido ante la facilidad del barítono para cantar un lied alemán sin ninguna experiencia previa. “En ese momento, no tenía dinero para bancarme profesores particulares –recuerda Spies-. En realidad no sé por qué hacía la carrera, yo tenía claro en ese momento que quería cantar con la guitarra, y no otra cosa. Para lo que yo quería, ¡yo ya cantaba!”, se ríe.

Mientras el cantante seguía con su guitarra y sus demos bajo el brazo, comenzaban a salir nuevos trabajos en el mundo de la música clásica. Ya estaba en el Coro de Jóvenes cuando lo llamaron de la compañía Juventus Lyrica porque necesitaban un “flaco, alto, rubio y de pelo largo” para una producción de Orfeo y Euridice en el año 2000. “Tomá Memorex”, le aconsejaba su mamá por teléfono en aquel entonces al músico, preocupado ante la tarea de tener que memorizar su rol de memoria en un idioma desconocido para la producción. Por esta misma época, el director Miguel Pesce lo invitó a formar parte de su coro de cámara Ad Cordem de Zona Sur.

Poco a poco, Spies empezó a desarrollar un gusto por la música de cámara y un buen día hizo el “clic”. Dejó de componer, soltó la guitarra, renunció al maxiquiosco, se mudó con quien hoy es su esposa, Marita, y comenzó a dedicarse de lleno a la ópera tomando clases de canto y de repertorio en forma particular. Al mismo tiempo, junto con Hernán Schwartzman, la soprano Natalia Cappa y el director escénico Guillermo Cacace, fundó una compañía lírica autogestionada llamada Lysios Ensamble. Con veintiuna funciones de La Serva Padrona de Pergolesi, fundaron la sala Apacheta en 2004. La compañía realizó dos producciones más: Händel Ensayo y Acis y Galatea(Händel).

En la ópera El fin de Narciso de Camilo Santostefano (2006) | Foto: Marita Machetta

Entre el circuito under y el oficial

La primera presentación en un teatro oficial para Spies no fue en Buenos Aires sino en Ecuador. Fue convocado por su maestra de repertorio, Irma Urteaga, a cantar Papageno (La Flauta Mágica) en idioma español. A la vuelta, interpretó el mismo rol pero en alemán en el Teatro Roma de Avellaneda. Un año después, en 2007, lo llamó Camilo Santostefano para el rol principal en su obra El fin de Narciso, que se presentó en Manufactura Papelera, un espacio alternativo en el que por entonces se presentaban muchas óperas.

“Yo siempre me movía en lo alternativo, no tenía otra posibilidad -afirma el cantante-. Tuve un paso fugaz por el Colón en el 2003 para cantar en Las Indias Galantes de Rameau pero eso fue todo, todavía no estaba preparado. Soy muy precavido en todo lo que hago, si no estoy seguro, no me mando. Entonces difícilmente me iba a mandar a cantar en un teatro grande, y tampoco me pusieron en el problema: no se me dio”. Al Instituto Superior de Arte del Teatro Colón se presentó cuatro veces y en la cuarta quedó seleccionado, al mismo tiempo que se enteraba que iba a ser papá de su hija Alma que hoy tiene cuatro años. “Quizás me hicieron un favor al no aprobarme antes ya que probablemente no estuviera preparado para ingresar a la carrera”, señala, aunque confiesa que le tomó dos años recuperarse de cada negativa.

El encuentro con Santostefano no solo dio lugar a una gran amistad, sino también al nacimiento de una nueva compañía de ópera autogestionada en 2008, que se fue gestando durante charlas luego de sus prácticas semanales de tenis, que aún hoy cada tanto se producen, cuando logran coordinar agendas. “Queríamos hacer algo distinto, y así surgió Lírica Lado B. El nombre fue idea de Camilo. Dijimos: ‘Tenemos que hacer producciones novedosas, obras desconocidas de autores conocidos’ y así fue como descubrimos el Don Quijote de Telermann”, rememora el barítono. Para la dirección escénica, llamó a Diego Ernesto Rodríguez, a quien había conocido en una producción de la compañía Música en Escena en  2004, y quien más tarde se convirtió en su primer profesor de teatro. “Con Lírica Lado B encontré cierta tranquilidad en generar mis propias producciones. La gente me veía circular, mi nombre circulaba. Sin embargo, no se me daba la posibilidad”, afirma Spies.

Mientras tanto, el cantante incursionaba en la música contemporánea con otro proyecto autogestivo. En el marco de una cooperativa de trabajo denominada Materia Prima que fundó poco antes de dar nacimiento a Lírica Lado B, creó junto a Valeria Martinelli un ensamble llamado Masa Crítica Vocal. Luego de la partida de una de las cantantes que lo integraban, decidieron cambiarle el nombre a “Nonsense”, ya que lo que los convocaba en ese entonces era la obra Nonsense Madrigals de György Ligeti. Así fue como a la vez que trataba de abrirse camino en el mundo de la ópera, la gente comenzó a ver al barítono como cantante de música contemporánea.

“¿Por qué me metí en lo contemporánea? Porque me gusta la música, me gusta cantar, entonces me meto –afirma Spies-. Empecé a generar distintos espacios. En ese sentido, admiro la carrera de Víctor Torres: nunca se encerró a ser un cantante de ópera netamente. Hace música contemporánea en el Centro Experimental del Teatro Colón y después canta en la sala mayor del mismo teatro, se va dos meses a cantar afuera, vuelve, hace un programa de radio, graba discos. Pero está bien, ¡es Víctor Torres!”. El músico afirma que lo único que lo desanima realmente no son los obstáculos en el camino, sino no trabajar: “Necesito estar activo. Si descanso, tengo que saber que es un descanso para luego seguir”. Solo en el mes de enero se desconecta totalmente: no estudia ni canta (“Salvo un Enero que hicimos temporada con Nonsense en Mar del Plata y Sao Paulo”, aclara). En Febrero, retoma sus actividades.

Ensayo de Curlew River para Lírica Lado B (2015) | Foto: Noelia Pirsic

Cantar en primera

La primera oportunidad de participar como solista en un escenario oficial llegó en 2014: el cantante había conseguido tres roles en el Teatro Argentino de la Plata luego de una audición el año anterior. “Me dije: ‘¡Wow! Voy a cantar en la primera’”, recuerda entre risas el barítono. Finalmente, la temporada completa se canceló, pero la chance volvió triplicada en 2016: Este año debutó como solista en el Teatro Colón en Beatrix Cenci en el rol de Giacomo, en el Teatro Argentino de La Plata para Così fan tutte como Guglielmo y en el Teatro Avenida con roles en La Viuda Alegre como Danilo y en Madame Butterfly como Sharpless. A su vez, tiene contratos firmados para el año que viene.

Entre sus mejores recuerdos de este año está su participación como solista en Un Requiem Alemán de Johannes Brahms, en el Teatro Argentino. “Haber estado ahí con Carlos Vieu en la dirección y tantos compañeros en el coro y en la orquesta fue algo increíble. Fue significativo para mí porque para cantar esta obra no necesitás tener un physique du rôle ni ser un buen actor, tenés que pararte y cantar, y agradezco que se haya pensado en mí”, expresa emocionado.

A diferencia de lo que sucedía poco tiempo atrás, la mayor parte de la vida profesional de Spies hoy por hoy transcurre en los principales escenarios de Buenos Aires: “Sé que lo merezco porque llevo muchos años trabajando para estar ahí, y cuando me toca me siento merecedor, pero también me cuesta creerlo”.  Sin embargo, Lírica Lado B sigue entre sus prioridades: “Lo que me pasa con la compañía es que siento que es un proyecto que le hace bien al mundo que exista. Creo que fuimos precursores, y no solo en el hecho de estrenar obras que nadie hace, sino también en la manera de hacerlas, en los espacios alternativos que elegimos. No nos interesa replicar lo que ocurre en el Teatro Colón. Ya desde lo estructural resulta imposible competir con él”. La próxima producción será “Los Lacónicos” de Manuel García, a estrenar en marzo de 2017.

El músico continúa cantando en el Coro, da clases en la Universidad Nacional del Arte y en el Colegio Nacional Buenos Aires, y también en forma particular. Le interesa cantar fuera del país –como sucedió el año pasado cuando viajó a la ciudad de Nueva York para interpretar el rol principal en la ópera contemporánea Hércules en el Matto Grosso (de Esteban Insinger y Pola Oloixarac)- pero no planea mudarse.

Con todos los proyectos de los que forma parte, no queda lugar en la carrera de Spies para la música popular -salvo en las peñas-, pero está seguro de que en algún momento va a volver: “No sé si quisiera hacer mis canciones. Va a ser desde un lugar distinto. Con mis alumnos del Nacional me estoy familiarizando en ritmos que no había hecho demasiado”. Cada tanto, cuando va de visita a Esperanza, vuelve a agarrar la guitarra.

Con la mezzosoprano Florencia Machado (Dorabella) en Così fan tutte  (Teatro Argentino, 2016) | Foto: Guillermo Genitti

La persona detrás de la voz

La rutina diaria de Spies es atlética. Su momento más productivo es la mañana, cuando estudia. Apenas se levanta, se rodea de sus partituras y practica. “¿Es necesario?”, le pregunta Marita cuando sube el volumen. “Perdón, ya me voy, en cinco me voy”, responde apurado y sale para el ensayo que tiene a las 9:30. Necesita dormir mínimo seis horas, pero no siempre las tiene. “A los 37 tenés que empezar a tomar recaudos –señala-. A los 21, iba sin dormir a todos lados”.

Los domingos trata de pasarlos en familia, pero muchas veces le toca cantar y dedica el día a concentrarse y negociar con sus nervios. Si tuvo función el sábado, se despierta temprano igual (“El público me deja muy energizado”). A la hora que sea que vuelva de trabajar, saca a pasear a su perro Máximo. Si no tiene que cantar, trata de desconectar siempre a la noche apenas llega a su casa. Odia estar enfermo: “¡Siento que se me termina la vida!”. Trata de comer poca comida chatarra aunque su debilidad es el chocolate. Confiesa que tiene un par de cábalas sencillas, que cambian para cada producción. Sueña con algún día encarnar a Rodrigo, de la ópera Don Carlo de Verdi: “Me encantaría poder hacerlo en algún momento, tengo que madurar un poquito más, quizás a los 40 años”, reflexiona.

Con sus amigos Pablo Thimental y Cristian Martinelli, la amistad y el trabajo los sigue cruzando. No olvida a citar a su gran maestra: Elizabeth Canis. “Yo tenía el entusiasmo, la presencia, la musicalidad, pero ella me abrió la garganta”, afirma. Sus pilares más importantes: Marita y Alma, que le brindan total acompañamiento. “Me parece que mi hija va a cantar, ¿o será un deseo mío?”, bromea el barítono.

Más de una vez el cantante asegura: “Tengo que dar el cien por ciento de mí, aunque sea en un ensayo. No puedo ponerle piloto automático a las cosas”. Así es como se relaciona con sus compañeros de trabajo y también con el público, sean unos pocos o miles: “¿Cómo se hace para llegar a un millón? Primero, entrando en vos –sostiene-. Si no entro en mí cuando canto, y elijo solamente mostrar mi voz, no voy a llegar jamás. Cuando entro en mí, el otro lo va a percibir. Si yo siento la piel de gallina, te la voy a hacer sentir a vos”.

Como Danilo en La Viuda Alegre (Juventus Lyrica, 2016) | Foto: Marita Machetta

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