Noelia Pirsic para Ópera en Argentina
Un recorrido por el trabajo escénico realizado por Julián Ignacio Garcés, régisseur de Il Mondo Della Luna por Sol Lírica, una versión inédita de la ópera de Joseph Haydn y Carlo Goldoni que estrenó la semana pasada en el Teatro Empire.
Saludo final del estreno de Il Mondo Della Luna | Foto: Ópera en Argentina
El jueves 27 estrenó la ópera Il Mondo Della Luna por Sol Lírica en el Teatro Empire, con dirección musical de Ulises Maino y régie de Julián Ignacio Garcés. La obra no fue interpretada tal como se pusiera en escena allá por 1777, en ocasión de las celebraciones por la boda del príncipe de Esterházy de Hungría. Maino y Garcés, junto al dramaturgo Julián Ezquerra, trabajaron la partitura de Joseph Haydn y el libreto de Carlo Goldoni para echar luz sobre otras cuestiones del texto. No se trató de cortar escenas de cuajo o contar otra historia con la misma música, algo frecuente en el mundo de la ópera. En lugar de eso, entre los tres realizaron una edición delicada que modificó muchas de las notas y palabras originales.
«Nosotros le teníamos 100% fe a Goldoni y a Haydn. El texto de Il Mondo Della Luna es una genialidad por todos lados y la música es maravillosa -explica el director escénico- pero el problema que nos encontramos fue que había algo en las condiciones de producción y en el contexto en el cual se escribió, que generaba cierto cortocircuito dentro de la obra. Por ejemplo: algo que en Goldoni funciona como remate de una escena -por lo que no debería durar más que unos pocos hilarantes segundos-, Haydn lo convierte en un aria de cinco minutos, deteniendo peligrosamente la acción. Esto no es en sí un error del compositor, sino una característica de la escritura musical de la época -actividad siempre tan penosamente ávida a los cánones- que quiebra una de las cualidades más sobresalientes del dramaturgo: el dinamismo. Había que ayudar a la obra tomando lo mejor de cada autor, sobre todo para lograr un tempo más actual, pensado para un público más exigente que el que simplemente acepta las obras como son porque así fueron escritas, a pesar de las cosmovisiones de distancia».
Así fue como -mucho antes de dar comienzo a los ensayos-, Maino, Ezquerra y Garcés se reunieron para trabajar en una versión inédita del texto que esta semana se puede ver y escuchar en el Empire, con una duración de algo más de dos horas. Esta intervención es a su vez una afirmación -y una reflexión- sobre una forma de hacer ópera, a la que se podría rotular de «ópera independiente».
¿Cuáles son los modos de hacer de la ópera independiente hoy por hoy? El equipo de Sol Lírica responde a esta pregunta en torno a varias premisas ligadas a lo artístico: La partitura y el libreto no son una biblia, se pueden modificar («¿Cuál es la ley que me lo prohíbe?», se pregunta Garcés); los cantantes no son meros reproductores de arias y recitativos sino que deben relacionarse emotivamente con el material para lograr un buen resultado vocal y escénico; este buen resultado se logra gracias al trabajo en equipo entre cantantes, directores, productores y técnicos trabajando a la par para construir un universo, en este caso, el mundo de la luna.
Primeros ensayos de Il Mondo Della Luna en la Alianza Francesa | Foto: Ópera en Argentina
La construcción de un mundo
«Cada obra la vivo como la construcción de un universo -afirma Garcés-. El objetivo de un director es construir un mundo con sus reglas, su código, su lógica, que se sostenga por sí solo. Pero al comienzo de los ensayos, uno nunca sabe adónde va a ir a parar. Yo le pido un vértigo a los cantantes que a la vez lo vivo en carne propia. Muy pocas veces sé para dónde va a ir una escena, y mucho menos una obra». El régisseur reconoce que ha intentado componer escenas sentado en su escritorio frente a la partitura, pero descubrió que ese trabajo era poco fructífero ya que no daba lugar a que los intérpretes transitaran los personajes y se descubrieran.
“Lo más frecuente es que los cantantes intenten encarar a los personajes desde conceptos preestablecidos que responden a una manera muerta de hacer ópera que poco tiene que ver con la honestidad y la vitalidad que las estéticas actuales demandan. El buen teatro nunca surgió de la seguridad, sino todo lo contrario, nació del abismo”, asegura y agrega: «Uno adentro de su cabeza no puede entender la escenas porque el teatro no es sólo literatura. En el teatro el texto es un estímulo para la acción escénica y la obra es el resultado de este estímulo atravesado por el cuerpo del intérprete. Por eso, yo vivo cada marca como una derrota”. Cuando habla de marca, se refiere a la construcción de las escenas a partir de instrucciones de acción fijadas en la partitura que los cantantes deben acatar sin pasar por ese proceso de búsqueda.
No obstante, Garcés aclara: “No puedo decir que no uso el recurso de la marca porque sí lo uso, pero lo ideal para mí sería lograr que el cantante tuviese tan incorporada la emotividad, el objetivo y la acción dramática de la escena que sólo con esas tres premisas pudiese componer la música y la acción escénica que está transitando. Eso lleva años de entrenamiento, largos procesos de ensayos, que los tiempos actuales de la ópera no permiten, pero no hay que bajar los brazos: por suerte existen espacios como el de Sol Lírica que apuestan día a día a otro tipo de ópera, que no parte de querer hacer ópera como se hace en Europa, ni en el Colón, ni en el Teatro Avenida sino a encontrar un lenguaje que le sea propio a la ópera off, así como pasara con el teatro hace algunas décadas. La idea no es tratar de ser como-lo que habla más de una carencia que de una potencia-, sino lograr ofrecerle al público otro tipo de espectáculo, con otros objetivos expresivos que poco tienen que ver con la compulsión a la ‘grandiosidad’ que a esta altura se ha vuelto cancerígena en la lírica local y mundial, siento como si se hubiese perdido el foco en la esencia en pos de la forma”.
El tiempo nunca resulta suficiente para trabajar el componente escénico de una ópera de esta manera. Los ensayos de escena para Il Mondo Della Luna comenzaron a principios de agosto: se llegó a ensayar cuatro días, cuatro horas por semana, durante tres meses, algo inusual dentro del ámbito de la ópera independiente. Ambos directores -escénico y musical-, estuvieron presentes en cada pasada. Ni bien las luces de la sala se apagaban, se daba por comenzado el ensayo, únicamente iluminado por un cuarzo que dibujaba las siluetas de los cantantes encandilados.
Primeros ensayos de Il Mondo Della Luna en la Alianza Francesa | Foto: Ópera en Argentina
Trabajo en equipo
«Me sorprende lo ávidos que están los intérpretes por trabajar más en profundidad –señala Garcés-. Están buscando dejar de ser esclavos del capricho estético y de la marca sin sentido. Este espacio y las condiciones en Sol Lírica para trabajar las fuimos encontrando juntos. Nos fuimos encontrando como equipo en esta manera de trabajar. Lo mismo ocurrió con las escenas: Si no abrís el espacio para que el intérprete se apropie, construya con vos el material, lo estás castrando. Hay que permitir que reaccione de manera espontánea frente a lo que está ocurriendo en la escena. Lo que termina pasando es que trabajando de este modo el cantante logra mejorar muchísimo su vocalidad, porque termina teniendo tan claro el eje dramático de la escena que luego él mismo impregna de emotividad a la música, y el trabajo vocal florece muchísimo. La persona empieza a apropiarse de la música desde un lugar emotivo y ya no desde un lugar solamente productivo. Es decir: no sólo hace música sino que también la siente”.
El director sostiene que en la formación de los cantantes hay una tendencia a pedirles que reproduzcan el material, sin proveerles una instancia en que ellos puedan impresionarse ante él: “No se lo entrena para que se pregunte a sí mismo: ¿qué me genera a mí esta música, estas notas, este acompañamiento? El cantante no va a poder expresar nunca si antes no averigua qué le pasa con el material”, afirma con contundencia y completa: “Hay una segunda cuestión: el cantante en líneas generales, le teme mucho al riesgo escénico. Necesita todo el tiempo llenarse de seguridad y eso le resta espontaneidad, frescura, honestidad a la actuación. Esto no lo digo como una crítica a los intérpretes, sino como algo que falta en su formación. En este sentido, los directores tenemos que ser concientes de que debemos guiar al cantante a que busque el riesgo sin que sienta que se está desarmando lo musical. Es muy difícil, porque ellos tienen una preocupación muy concreta: pasar por arriba de la orquesta, mirar la batuta, es muy complejo. El tema es cómo acompañar al cantante para que se anime a arriesgarse sin el miedo a que se desbarajuste todo eso”.
Garcés tiene una respuesta a la pregunta por cómo lograr esa emotividad, desde su propia labor como régisseur: «La tarea de un director ante todo es determinar dónde hay vida y dónde no en una escena. Por vida se entiende determinar cuándo la persona está haciendo lo que está haciendo arriba de un escenario desde un lugar de honestidad frente a lo que le está pasando, atravesando el material en el aquí y ahora. Cuando la persona hace la escena desde un prejuicio con el personaje o un estereotipo, o porque está copiando una película o a una persona o porque cree que se lo va a ver bien si hace algo, eso es la muerte. Reconocer eso en uno mismo -y en otros- es lo más difícil y no se puede explicar».
Cada escena que compone a Il Mondo Della Luna no solo fue pasada y pensada una y otra vez hasta generar los vínculos entre los personajes -y las personas- sino también es fruto de otros tipos de intervenciones. En uno de los primeros ensayos escénicos, hubo una pregunta por la fe: Era difícil definir de antemano si Buonafede, uno de los personajes de la obra -interpretado por Juan Salvador Trupia-, era realmente demasiado crédulo, soñador o fantasioso, por dejarse convencer acerca de la posibilidad de transportarse a un mundo lunar. Fue necesario que los cantantes y el director pusieran en común lo que significa la espiritualidad para cada uno antes de proseguir con la jornada.
Ensayo general de Il Mondo Della Luna | Foto: Ópera en Argentina
Lo que no se ve
«Cuando empezamos a trabajar en este mundo me pregunté: ¿qué materiales lo componen? ¿cómo viven los personajes en él? -recuerda Garcés-. En un momento de relectura quedó muy claro que el objeto de deseo en este caso era la luz, sobre todo por el texto de la segunda aria de Clarice, que actúa como la verdadera moraleja de la obra, a pesar de no estar en el final. El cambio de un mundo al otro que esta obra plantea tiene que ver con una posibilidad de vernos a nosotros y a nuestra realidad. Nosotros estamos metaforizando el cambio de mundos en la posibilidad de ver las cosas de otra manera. El motor de cambio en la obra es la luz, y por eso es una protagonista de esta ópera».
El cuarzo que en principio funcionó como un estímulo para hacer crecer las escenas, sobrevivió al período de ensayos y llegó al escenario, convertido en un dispositivo creado para la ocasión, que los personajes encienden y apagan en distintos momentos de la obra, utilizan para encandilar a otros, darse luz a sí mismos e incluso iluminar al público. La puesta pareciera insinuar que todo lo que vemos y conocemos -del mundo, de nosotros mismos- tiene un contrapeso en sombras. No sabemos lo que en ellas se oculta pero tratar de descubrirlo puede cambiar por completo nuestro punto de vista sobre aquello que llamamos realidad.
«El teatro es energía, si lo tengo que definir, la única definición que encuentro es que es un intercambio energético entre personajes y la luz también es energía. En el caso de Il Mondo Della Luna especialmente, es ella quien tiene la responsabilidad de corporizar al fluir energético de la obra», intenta explicar Garcés, quien además de ser director escénico -y actor y bailarín (y diseñador)- es un apasionado de la física. «Le doy demasiada importancia en mis obras a la luz. Tanta es la importancia que cada vez me gusta trabajar con menos luz –se ríe-. No me gustan las obras en las cuales se ve todo, ¿por qué el espectador tiene que ver todo lo que pasa? ¿no puede hacer el esfuerzo por entender algo que no está claro a la visión? Yo voy por un espectador activo que descubre en vez de ver».
El espectador irá descubriendo a los personajes conforme avance la escena, en un proceso análogo al que realizaron los directores y los cantantes, que se fueron encontrando con la obra a medida que la fueron transitando, a tientas al principio -literalmente a oscuras- y finalmente bajo la luz plena de los reflectores del Empire en el último acto.
Quedan dos funciones para descubrir el mundo construido por el equipo de Sol Lírica: el jueves 3 y el sábado 5 de noviembre, a las 21 en el Teatro Empire (Hipólito Yrigoyen 1934, CABA).
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FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA
Autoría: Joseph Haydn
Dramaturgia: Julián Ezquerra
Libro: Carlo Goldoni
Intérpretes: Sabrina Contestabile, Luis Fuentes, Ramiro Pérez, Laura Polverini, Ana Sampedro, Juan Salvador Trupia Y Rodríguez, Gabriel Vacas, Elizabeth Guerrero, Sofia Di Benedetto, Mauricio Meren, Rodrigo Olmedo, Fernando Ursino, Maria Eugenia Barrionuevo.
Vestuario: Mariana Seropian
Escenografía: Laura Copertino
Iluminación: Verónica Alcoba
Asistente de producción: Martina Rivelis
Asistencia de dirección: Flavia Méndez
Producción: Luciana Bianchini, Gabriel Vacas
Dirección de arte escénico: Julián Ignacio Garcés
Dirección musical: Ulises Maino
Asistente de dirección musical: Maria Clara Marco Fernandez
Pianistas acompañantes: Pablo Manzanelli y Walter Diaz
Funciones:
Jueves – 21:00 hs – 27/10/2016 y 03/11/2016
Sábado – 21:00 hs – 29/10/2016 y 05/11/2016
En:
TEATRO EMPIRE
Hipólito Yrigoyen 1934
Capital Federal – Buenos Aires – Argentina
Teléfonos: 4953-8254
Venta de entradas online: http://bit.ly/2bQO93c